La misión de la espiga no es ser el lugar definitivo para la semilla.
Cada semilla debe asumir la vida
de una manera tan suya y personal, que pueda vivirla independientemente de la espiga en la que maduró.
Toda semilla que quiera cumplir con su vocación de vida, y con su misión por los demás, debe aceptar la
deschalada y el desgrane. Sólo si ha asumido su vida en plenitud y de una manera personal, será capaz de
seguir viviendo luego de la desgranada. Y así podrá incorporarse al gran ciclo de la siembra nueva.
Si su vida es auténtica y acepta hundirse en el surco de la tierra fértil, su lento germinar en el silencio
aportará al sembrado nuevo una planta absolutamente única, pero que unida a las demás, formará el maizal
nuevo.
No es el maizal el que valoriza la identidad de las plantas. Es el valor irremplazable de cada planta en
su riqueza y fecundidad lo que valoriza al maizal.
No es la sociedad nueva la que creará los hombres nuevos. Son los hombres nuevos quienes formarán
la nueva sociedad.
Paz y Amor para todos!!!!